La lucha por los derechos continúa en la cervantina Venta de la Inés
Resiste las presiones de un nuevo cacique
Por raro que resulte los caciques siguen existiendo en nuestros días. No nos vayamos muy lejos, repasemos la geografía cercana y encontraremos numerosos ejemplos de cómo estos personajes campan a sus anchas. Ahora, con el cambio de gobierno y la extensión de la marea azul, el viento sopla a su favor. En la Venta de la Inés se avecinan tiempos duros para la familia Ferreiro. Hay que recuperar como film de cabecera Los Santos Inocentes...
Antes de introducirnos en un viaje que nos transportará a la España de mediados del pasado siglo, a vivir las vicisitudes que cada día afrontan dos ancianos, ella aquejada de alzhéimer, él octogenario y su hija, discapacitada física, veamos cómo actúan, en la parte sur de Ciudad Real, algunos de los grandes propietarios de fincas cinegéticas.
Villamagna SA figura como propietaria de la finca La Garganta. Su guardería fue protagonista de las denuncias de Ecologistas en Acción que llevaron a los editores del Escarabajo Verde a grabar un monográfico con sus abusos. De los 13 caminos públicos que cruzan la finca solo uno es accesible y ello después de numerosas denuncias y manifestaciones. La finca perteneció hasta hace poco al Duque de Baviera, primo hermano del rey de España, quien la vendió al Duque de Westminster. El noble británico se ha rodeado de una eficiente guardería y mantiene con sus vecinos las relaciones feudales que hicieron popular al primo del rey: caminos cortados y acoso a los senderistas que se aventuran a cruzar la zona. El acceso a La Garganta, aldea perteneciente a Almodóvar del Campo, es vigilado estrechamente por la guardería de la finca, contando para ello con la pasividad de la guardia civil. La aldea es final de tramo en la Ruta del Quijote que promocionaba el anterior gobierno de Castilla La Mancha.
La administración castellanomanchega, propietaria de El Ojuelo, consiente que el adjudicatario de la caza haya cortado el camino público que cruza esta finca. La delegación de la Junta en Ciudad Real y el ayuntamiento de Brazatortas permanecen mudos ante las denuncias de ecologistas y senderistas.
Los propietarios de la finca Montes Claros enclavada en la aldea de San Benito, término de Almodóvar del Campo, mantienen cerrado el camino público de "la empedradilla". Han instalado además sistemas de videovigilancia y una alarma para que la guardería acuda de inmediato a disuadir a los caminantes.
Entre los términos de San Lorenzo de Calatrava y Viso del Marqués se localiza la finca Carvajal. Sus propietarios han asfaltado la Cañada Real de la Plata e impiden el tránsito por esta y otras vías pecuarias que atraviesan la finca.
La Cotofía
Dejamos para el final a La Cotofia. Patrimonios y Negocios SA figura como propietario de esta finca que es habitual en la prensa local, por la lucha desigual que mantienen con la familia propietaria de la cervantina Venta de la Inés. Imagínense que para visitar unas pinturas rupestres declaradas Bien de Interés Cultural y, por tanto, consideradas por la Ley del Patrimonio Histórico-artístico de titularidad pública, tuvieran que llamar a un número de teléfono para concertar visitas, en una franja horaria reducida y sólo pudieran hacerlo 21 días al año. Pues ésta, por inverosímil que parezca, es la realidad a la que se enfrentan los visitantes de la Venta de la Inés ante la injustificable decisión que tomó en su día la Delegación Provincial de Cultura de Ciudad Real, obviando para ello el artículo 13.2 de la Ley del Patrimonio Histórico.
Ni cortos ni perezosos, los técnicos de la delegación colocaron un panel informativo a la entrada de la Venta para informar de las limitaciones de acceso a una cueva que alberga importantes pinturas rupestres, y a la que se llega por el margen derecho del río Tablillas. Una medida que, en opinión de Ecologistas en Acción-Valle de Alcudia, atenta contra el derecho a circular por las orillas de los ríos, consideradas de dominio público, y demasiado complaciente con los intereses de la finca La Cotofía, que mantienen un litigio con los ancianos propietarios de la Venta de la Inés desde que compraron la finca.
Un varapalo más a la familia Ferreiro
Felipe Ferreiro, nieto de un minero de Ourense, mantiene viva la única posada Cervantina que ha sobrevivido a los tiempos, enclavada a medio camino de uno de los tramos de la Ruta del Quijote, el que une La Bienvenida con Minas del Horcajo.
Felipe está más cerca de los 90 que de los 80 y llegó a la Venta de la Inés o del Alcalde hace 75 años. Cervantes cita la venta en uno de los pasajes de Rinconete y Cortadillo, en ella se detuvieron a descansar los picaros, y también sitúa en sus proximidades la denominada fuente del alcornoque, lugar en que enterraron a Crisóstomo, el enamorado de la pastora Marcela. Capítulo XII del Quijote.
Más allá del protagonismo de la estancia en la prosa cervantina, la relevancia crece por su situación pues su puerta da acceso al Camino Real de la Plata, una arteria fundamental en la conexión entre Toledo y Córdoba, entre Castilla y Andalucía. Por ella pasó muchas veces Cervantes, en ella se alojó y tomó notas del entorno. Seguramente la gran morera que da sombra al patio, entonces arbolillo y hoy centenaria, fue testigo de sus andanzas. Sentado a la puerta de la Venta recibe Felipe Ferreiro, con hospitalidad a prueba de molinos y encantamientos, a cuantos se acercan a conocerla.
Felipe es nieto de Domingo Ferreiro Álvarez, un orensano emigrante que llegó de minero a Horcajo a finales del siglo XIX. Eran buenos tiempos en unas minas legendarias que dieron de comer a miles de personas. Pero todo se acaba, fracasó la mina, desapareció el pueblo que medró con ella y el abuelo murió con apenas 20 años. Está enterrado a 7 kilómetros de la Venta y su retrato adorna las paredes de la vivienda. Dejó un hijo, Domingo Ferreiro Yust, nacido el 13 de abril de 1900 fruto de su matrimonio con una cordobesa, e iniciando así la estirpe de los Ferreiro en esta tierra manchega que es el Valle de Alcudia.
Fue su mujer quien recibió en herencia la famosa Venta, que había adquirido su familia, y así hasta hoy. Una placa y una inscripción dan fe del linaje, que nadie habría de perturbar, salvo las decenas de visitantes que se acercan a conocer parajes testigos de otras épocas.
Todo parece calma y tranquilidad en la conversación con Felipe, sin embargo hay algo que lo perturba desde hace más de una década. Hace veinte años la finca que rodea la Venta de la Inés cambió de manos y pasó a una sociedad que, según nos cuenta, intenta repetidamente dejarlo sin agua y sin luz, tal vez para obligarlo a vender e integrar su propiedad en la hacienda mayor, como hicieron ya sus vecinos que, uno a uno fueron vendiendo convencidos por el precio y las presiones del cacique.
Felipe ha litigado mientras las fuerzas y el poco dinero que tenía se lo han permitido. No ha tenido demasiada suerte en los tribunales y tampoco con la eficiencia de los funcionarios. Uno de ellos olvidó notificar el expediente de declaración de Bien de Interés cultural de la Venta a la sociedad propietaria de la Cotofia. El olvido retrasó varios meses la resolución del expediente.
Vive con su mujer, también octogenaria y enferma de alzhéimer, y su hija discapacitada. El trabajo de atenderlas a ellas y a la Venta deja poco tiempo para abogados y tribunales a quien lleva una vida sencilla entre encinas y peñascos. Cuenta, eso sí, con el apoyo de Ecologistas en Acción-Valle de Alcudia y la Asociación de Amigos de la Venta de la Inés para que el cacique no le cierre todos los caminos y lo mantenga sin agua y sin luz.
Llegamos a la Venta en este otoño de lluvias tardías que los pastos del Valle han agradecido. Las lluvias han llegado casi al tiempo de las grullas y el cambio de color de las hojas de robles y quejigos antes de caerse para brotar de nuevo la próxima primavera. Nos recibe Felipe con su inseparable buzo azul, ropa de faena para quien superados los 80 no ha podido dejar de trabajar ni quiere jubilarse, ni como dueño ni como mantenedor de la centenaria Venta. Primero nos ofrece su hospitalidad, humilde pero sincera, después nos invita a leer la placa colocada al lado de la puerta y que recuerda a Cervantes. Al instante está recitando pasajes cervantinos del Quijote, o de Rinconete y Cortadillo, que ha memorizado para sorprender al visitante.
Se llama Felipe Ferreiro, desciende de gallegos y resiste cual Quijote en su cervantina Venta de la Inés. Aguanta las adversidades y la falta de entendimiento vecinal que le obligan a vivir con una precariedad impropia del siglo XXI. Iluminados por un pequeño molino eólico y una precaria instalación solar fotovoltaica, y sin acceso al agua del rio Tablillas porque el poderoso cacique de la Cotofia ha cortado los accesos al rio. Así es como vive esta familia octogenaria, apartada en el campo y olvidada de las instituciones en su desigual lucha contra el todopoderoso.
Felipe se queja de que el vecino no le permite engancharse a la luz y el agua de la modernidad, el gran edificio colindante. Nunca le llama por su nombre. Se refiere a él como "el todopoderoso". Se queja de la injusticia como la Pastora Marcela se quejaba de los hombres que la criticaban por ser la responsable de la muerte de Crisóstomo.
Sus quejas las lanza al cauce del rio Tablillas que baña su propiedad y la del cacique y que alimenta, junto al Montoro, la presa de 100 Hm3 que sacia la sed de Puertollano y su complejo petroquímico, y que la confederación del Guadalquivir no considera rio, lo que permite a la finca actuar impunemente contra Felipe y los visitantes de la Venta. Pero el rio no responde. La respuesta la tienen los hombres y la ley les aclara y divide con sentencias y normas.
La Venta de la Inés es una estancia disputada entre tradición y cultura, entre legalidad e intereses, entre lugareños y ecologistas, entre senderistas y cervantistas, entre Brazatortas y Almodóvar del Campo. Confiada en que su declaración como BIC acabaría con las disputas vecinales y sorprendida porque la ley no nos hace a todos iguales. A uno, el poderoso dueño de la Cotofia, le está permitido cortar el cauce de un rio, ocupar suelo público del Camino Real de la Plata y del camino de La Bienvenida a la Venta de la Inés, desviar ilegalmente la vía pecuaria Cordel de Alamillo al puerto de Ventillas.
Este cacique moderno que mantiene en constante acoso a los ancianos propietarios de la Venta de la Inés, y a cualquier visitante que ejerza su derecho a visitar la Cueva de la Venta, se llama Gervasio de Vicente Arenal, el todopoderoso propietario de la finca La Cotofia. De nuevo, en estos primeros días de diciembre, ha cortado el agua a dos ancianos octogenarios y su hija discapacitada.
Texto y Fotos: Marcel Félix de San Andrés
www.lacomarcadepuertollano.com
Antes de introducirnos en un viaje que nos transportará a la España de mediados del pasado siglo, a vivir las vicisitudes que cada día afrontan dos ancianos, ella aquejada de alzhéimer, él octogenario y su hija, discapacitada física, veamos cómo actúan, en la parte sur de Ciudad Real, algunos de los grandes propietarios de fincas cinegéticas.
Villamagna SA figura como propietaria de la finca La Garganta. Su guardería fue protagonista de las denuncias de Ecologistas en Acción que llevaron a los editores del Escarabajo Verde a grabar un monográfico con sus abusos. De los 13 caminos públicos que cruzan la finca solo uno es accesible y ello después de numerosas denuncias y manifestaciones. La finca perteneció hasta hace poco al Duque de Baviera, primo hermano del rey de España, quien la vendió al Duque de Westminster. El noble británico se ha rodeado de una eficiente guardería y mantiene con sus vecinos las relaciones feudales que hicieron popular al primo del rey: caminos cortados y acoso a los senderistas que se aventuran a cruzar la zona. El acceso a La Garganta, aldea perteneciente a Almodóvar del Campo, es vigilado estrechamente por la guardería de la finca, contando para ello con la pasividad de la guardia civil. La aldea es final de tramo en la Ruta del Quijote que promocionaba el anterior gobierno de Castilla La Mancha.
La administración castellanomanchega, propietaria de El Ojuelo, consiente que el adjudicatario de la caza haya cortado el camino público que cruza esta finca. La delegación de la Junta en Ciudad Real y el ayuntamiento de Brazatortas permanecen mudos ante las denuncias de ecologistas y senderistas.
Los propietarios de la finca Montes Claros enclavada en la aldea de San Benito, término de Almodóvar del Campo, mantienen cerrado el camino público de "la empedradilla". Han instalado además sistemas de videovigilancia y una alarma para que la guardería acuda de inmediato a disuadir a los caminantes.
Entre los términos de San Lorenzo de Calatrava y Viso del Marqués se localiza la finca Carvajal. Sus propietarios han asfaltado la Cañada Real de la Plata e impiden el tránsito por esta y otras vías pecuarias que atraviesan la finca.
La Cotofía
Dejamos para el final a La Cotofia. Patrimonios y Negocios SA figura como propietario de esta finca que es habitual en la prensa local, por la lucha desigual que mantienen con la familia propietaria de la cervantina Venta de la Inés. Imagínense que para visitar unas pinturas rupestres declaradas Bien de Interés Cultural y, por tanto, consideradas por la Ley del Patrimonio Histórico-artístico de titularidad pública, tuvieran que llamar a un número de teléfono para concertar visitas, en una franja horaria reducida y sólo pudieran hacerlo 21 días al año. Pues ésta, por inverosímil que parezca, es la realidad a la que se enfrentan los visitantes de la Venta de la Inés ante la injustificable decisión que tomó en su día la Delegación Provincial de Cultura de Ciudad Real, obviando para ello el artículo 13.2 de la Ley del Patrimonio Histórico.
Ni cortos ni perezosos, los técnicos de la delegación colocaron un panel informativo a la entrada de la Venta para informar de las limitaciones de acceso a una cueva que alberga importantes pinturas rupestres, y a la que se llega por el margen derecho del río Tablillas. Una medida que, en opinión de Ecologistas en Acción-Valle de Alcudia, atenta contra el derecho a circular por las orillas de los ríos, consideradas de dominio público, y demasiado complaciente con los intereses de la finca La Cotofía, que mantienen un litigio con los ancianos propietarios de la Venta de la Inés desde que compraron la finca.
Un varapalo más a la familia Ferreiro
Felipe Ferreiro, nieto de un minero de Ourense, mantiene viva la única posada Cervantina que ha sobrevivido a los tiempos, enclavada a medio camino de uno de los tramos de la Ruta del Quijote, el que une La Bienvenida con Minas del Horcajo.
Felipe está más cerca de los 90 que de los 80 y llegó a la Venta de la Inés o del Alcalde hace 75 años. Cervantes cita la venta en uno de los pasajes de Rinconete y Cortadillo, en ella se detuvieron a descansar los picaros, y también sitúa en sus proximidades la denominada fuente del alcornoque, lugar en que enterraron a Crisóstomo, el enamorado de la pastora Marcela. Capítulo XII del Quijote.
Más allá del protagonismo de la estancia en la prosa cervantina, la relevancia crece por su situación pues su puerta da acceso al Camino Real de la Plata, una arteria fundamental en la conexión entre Toledo y Córdoba, entre Castilla y Andalucía. Por ella pasó muchas veces Cervantes, en ella se alojó y tomó notas del entorno. Seguramente la gran morera que da sombra al patio, entonces arbolillo y hoy centenaria, fue testigo de sus andanzas. Sentado a la puerta de la Venta recibe Felipe Ferreiro, con hospitalidad a prueba de molinos y encantamientos, a cuantos se acercan a conocerla.
Felipe es nieto de Domingo Ferreiro Álvarez, un orensano emigrante que llegó de minero a Horcajo a finales del siglo XIX. Eran buenos tiempos en unas minas legendarias que dieron de comer a miles de personas. Pero todo se acaba, fracasó la mina, desapareció el pueblo que medró con ella y el abuelo murió con apenas 20 años. Está enterrado a 7 kilómetros de la Venta y su retrato adorna las paredes de la vivienda. Dejó un hijo, Domingo Ferreiro Yust, nacido el 13 de abril de 1900 fruto de su matrimonio con una cordobesa, e iniciando así la estirpe de los Ferreiro en esta tierra manchega que es el Valle de Alcudia.
Fue su mujer quien recibió en herencia la famosa Venta, que había adquirido su familia, y así hasta hoy. Una placa y una inscripción dan fe del linaje, que nadie habría de perturbar, salvo las decenas de visitantes que se acercan a conocer parajes testigos de otras épocas.
Todo parece calma y tranquilidad en la conversación con Felipe, sin embargo hay algo que lo perturba desde hace más de una década. Hace veinte años la finca que rodea la Venta de la Inés cambió de manos y pasó a una sociedad que, según nos cuenta, intenta repetidamente dejarlo sin agua y sin luz, tal vez para obligarlo a vender e integrar su propiedad en la hacienda mayor, como hicieron ya sus vecinos que, uno a uno fueron vendiendo convencidos por el precio y las presiones del cacique.
Felipe ha litigado mientras las fuerzas y el poco dinero que tenía se lo han permitido. No ha tenido demasiada suerte en los tribunales y tampoco con la eficiencia de los funcionarios. Uno de ellos olvidó notificar el expediente de declaración de Bien de Interés cultural de la Venta a la sociedad propietaria de la Cotofia. El olvido retrasó varios meses la resolución del expediente.
Vive con su mujer, también octogenaria y enferma de alzhéimer, y su hija discapacitada. El trabajo de atenderlas a ellas y a la Venta deja poco tiempo para abogados y tribunales a quien lleva una vida sencilla entre encinas y peñascos. Cuenta, eso sí, con el apoyo de Ecologistas en Acción-Valle de Alcudia y la Asociación de Amigos de la Venta de la Inés para que el cacique no le cierre todos los caminos y lo mantenga sin agua y sin luz.
Llegamos a la Venta en este otoño de lluvias tardías que los pastos del Valle han agradecido. Las lluvias han llegado casi al tiempo de las grullas y el cambio de color de las hojas de robles y quejigos antes de caerse para brotar de nuevo la próxima primavera. Nos recibe Felipe con su inseparable buzo azul, ropa de faena para quien superados los 80 no ha podido dejar de trabajar ni quiere jubilarse, ni como dueño ni como mantenedor de la centenaria Venta. Primero nos ofrece su hospitalidad, humilde pero sincera, después nos invita a leer la placa colocada al lado de la puerta y que recuerda a Cervantes. Al instante está recitando pasajes cervantinos del Quijote, o de Rinconete y Cortadillo, que ha memorizado para sorprender al visitante.
Se llama Felipe Ferreiro, desciende de gallegos y resiste cual Quijote en su cervantina Venta de la Inés. Aguanta las adversidades y la falta de entendimiento vecinal que le obligan a vivir con una precariedad impropia del siglo XXI. Iluminados por un pequeño molino eólico y una precaria instalación solar fotovoltaica, y sin acceso al agua del rio Tablillas porque el poderoso cacique de la Cotofia ha cortado los accesos al rio. Así es como vive esta familia octogenaria, apartada en el campo y olvidada de las instituciones en su desigual lucha contra el todopoderoso.
Felipe se queja de que el vecino no le permite engancharse a la luz y el agua de la modernidad, el gran edificio colindante. Nunca le llama por su nombre. Se refiere a él como "el todopoderoso". Se queja de la injusticia como la Pastora Marcela se quejaba de los hombres que la criticaban por ser la responsable de la muerte de Crisóstomo.
Sus quejas las lanza al cauce del rio Tablillas que baña su propiedad y la del cacique y que alimenta, junto al Montoro, la presa de 100 Hm3 que sacia la sed de Puertollano y su complejo petroquímico, y que la confederación del Guadalquivir no considera rio, lo que permite a la finca actuar impunemente contra Felipe y los visitantes de la Venta. Pero el rio no responde. La respuesta la tienen los hombres y la ley les aclara y divide con sentencias y normas.
La Venta de la Inés es una estancia disputada entre tradición y cultura, entre legalidad e intereses, entre lugareños y ecologistas, entre senderistas y cervantistas, entre Brazatortas y Almodóvar del Campo. Confiada en que su declaración como BIC acabaría con las disputas vecinales y sorprendida porque la ley no nos hace a todos iguales. A uno, el poderoso dueño de la Cotofia, le está permitido cortar el cauce de un rio, ocupar suelo público del Camino Real de la Plata y del camino de La Bienvenida a la Venta de la Inés, desviar ilegalmente la vía pecuaria Cordel de Alamillo al puerto de Ventillas.
Este cacique moderno que mantiene en constante acoso a los ancianos propietarios de la Venta de la Inés, y a cualquier visitante que ejerza su derecho a visitar la Cueva de la Venta, se llama Gervasio de Vicente Arenal, el todopoderoso propietario de la finca La Cotofia. De nuevo, en estos primeros días de diciembre, ha cortado el agua a dos ancianos octogenarios y su hija discapacitada.
Texto y Fotos: Marcel Félix de San Andrés
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