sábado, 30 de marzo de 2013



Cesareo Rey, la leyenda viva de la trashumancia
2013 MARZO 30

Cesareo Rey con sus ovejas. / Lorenzo Cordero. Archivo Histórico de HOY.

Cesareo Rey con sus ovejas. / Lorenzo Cordero. Archivo Histórico de HOY.

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Les cuento hoy la epopeya de un pastor, Cesareo Rey, que bien merece un recuerdo especial de los extremeños, ahora que se van a cumplir 20 años de su gesta. Salir con un rebaño de 2.600 merinas del puente de Alcántara, por la Cañada Real Zamorana, que unía las dehesas de Olivenza y Alburquerque en Badajoz, con las montañas de Sanabria en Zamora, bordeando la frontera con Portugal hasta llegar a Porto, en el límite de Zamora con Orense, a casi 2.000 metros de altitud, no era tarea al alcance de cualquiera.

Se necesitaron más de 20 días andando, con los burros, mastines y careas, y el equipo de   pastores y personas que le acompañábamos para hacer posible esa aventura, cuando ya las cañadas estaban difíciles de transitar porque habían sido usurpadas e invadidas por algunos particulares, y por las administraciones que tenían el deber de conservarlas.

Saliendo del puente de Alcántara con los mansos merinos para guiar el rebaño. / Archivo
Saliendo del puente de Alcántara con los mansos merinos para guiar el rebaño. / Archivo

Cesáreo Rey fue pastor trashumante y llegó a Extremadura con su rebaño a finales de los años 50 del siglo pasado. Conocía como pocos las cañadas, cordeles y veredas, y sabía manejar un rebaño en pastoría, andando tres o cuatro kilómetros al día, de manera que los animales fueran comiendo a la vez que bebían, y pernoctaban en los descansaderos de los pueblos.

Pero lo que en sus tiempos era algo natural, se había convertido en una hazaña que mereció la atención de todos los medios de comunicación, ya que evocaba la defensa de los grandes corredores ecológicos españoles y de una cultura pastoril que ya había desaparecido, aunque permanecía en el recuerdo de los mayores, a la vez que era una fiesta para los jóvenes y los niños.

La presencia de uno de los mejores rebaños de merinas al paso por los pueblos y ciudades de esta gran Cañada Zamorana constituía un espectáculo sorprendente, tanto para las gentes rurales como para los que habitaban en las grandes ciudades, que salían al encuentro de los pastores y el rebaño improvisando fiestas y folklore para expresar su satisfacción, alertados por la prensa, la radio y la televisión, que iban dando cuenta cada día del recorrido de esta insólita aventura trashumante, al frente de la cual iba un pastor sabio y locuaz que se ganaba la admiración y el respeto de cuantos salían a su encuentro.

Tras pasar el verano en las montañas de Porto, se decidió el regreso por otra de las grandes cañadas españolas, la Cañada Leonesa, organizando el paso por Madrid, lo que supuso una convulsión que desbordó las previsiones de los organizadores.

La llegada de uno de los rebaños más grandes a Madrid convulsionó la capital. / Archivo
La llegada de uno de los rebaños más grandes a Madrid convulsionó la capital. / Archivo

Cesáreo Rey fue así el primer mayoral que daba instrucciones a los pastores con un “motorola” de gran tamaño para que las ovejas no se cortaran y todo saliera bien. Al día siguiente fue portada de los principales diarios y televisiones de todo el país, más los medios internacionales que también venían siguiendo el transcurso de este evento.

Algunas autoridades se agarraron a los burros y a Cesáreo, y así pudieron ser protagonistas unos minutos con el pastor que venía a defender las Vías Pecuarias españolas, que eran sobre el papel inalienables, inembargables e imprescriptibles.

Al año siguiente (el proyecto LIFE, que Jesús Garzón consiguió de la Unión Europea, duró tres años), el Ministro de Agricultura, su mujer y su hija, se sumaron una jornada andando tras el rebaño, y al poco tiempo nacía la nueva Ley de Vías Pecuarias, llena de buenas intenciones pero promulgada en una sociedad en la que la especulación y el pillaje, público y privado, ya se había acostumbrado a eso de “hecha la ley, hecha la trampa”.

Ya era muy tarde para la recuperación de unas cañadas en la que la nueva cultura urbana no iba a cambiar sus hábitos por un romanticismo del pasado. Eso sí, se han realizado multitud de publicaciones, estudios, proyectos, y propaganda política, que habrán costado una fortuna, pero acciones contundentes para recuperar lo usurpado…, eso es harina de otro costal.

Por encima de la imagen más o menos frívola o folklórica que los medios dieron a la “travesía trashumante” de Cesáreo (algunos la trataron con más seriedad), lo más importante de esa experiencia fue la aventura vivida cada día con él para sortear los obstáculos que iban surgiendo.

Desde el tren que pudo pillar a las ovejas al paso sin barreras por Navalmoral (qué gesto el de aquel maquinista parando el tren a un metro del rebaño), hasta el ataque de lobos en Porto, con algunas ovejas muertas.

Y desde la gran tormenta que nos cogió en Baños de Montemayor,  hasta la paridera que hubo que afrontar el primer año en la montaña, hubo un sinfín de historias reales que merecerían ser recogidas en un libro que sigue esperando ser escrito pero que aún no hemos hecho.

Con el príncipe Felipe en los Montes de Toledo. / Archivo
Con el príncipe Felipe en los Montes de Toledo. / Archivo

No resisto la tentación de contarles la anécdota con el Príncipe Felipe, que quiso salir al encuentro con Cesáreo por los Montes de Toledo. Cuando llegó con la comitiva que le acompañaba al lugar convenido, una maquilladora de TVE le estuvo dando un retoque en la cara. Al momento, llegaron las ovejas sedientas a beber y formaron una polvareda de tal calibre que don Felipe quedó hecho un cristo.

Fue necesario un segundo retoque rápido para arreglar el entuerto. Pero, por encima de la anécdota, el encuentro con él fue muy agradable, se improvisó una grata comida campera, y Cesáreo le informó de la situación en que se encontraban las Cañadas.

Han pasado 20 años de aquel Proyecto 2001 en Defensa de la Trashumancia y las Vías Pecuarias. Las instituciones extremeñas no supieron, ni entonces ni después, entender aquella gesta. Ni sacar provecho de aquella descomunal campaña de imagen y simbolismo que pudo suponer para nuestra tierra y nuestro productos mantener, aunque fuera testimonialmente, aquella idea.

Hay gente que piensa que Cesáreo hizo aquello por dinero, pero los que le acompañamos sabemos el coste real que tuvo para él. Como sabemos también lo que disfrutó reencontrándose con lo que había sido su vida anterior, y el orgullo y la satisfacción que le producía verse reconocido por la gente que salía recibirle, y por los ganaderos que sabían distinguir un rebaño como el suyo, y conocían las dificultades de la trashumancia en el estado en que se encontraban ya las vías pecuarias.

Hace unos días he ido a ver a Cesáreo a Valverde de Mérida. Me he encontrado al hombre más sabio que he conocido en mi vida, con los 80 años ya rebasados, y con algunas limitaciones físicas propias de la edad.

Cesareo Rey, en la actualidad.
Cesareo Rey, en la actualidad.

Hemos recordado juntos aquellos tres años vividos con tanta intensidad, y las aventuras que forman parte ya de nuestro mejor patrimonio, y nos hemos emocionado continuamente al calor de la conversación. La vida va a seguir –si algunos no lo impiden-, pero hay cosas que, como las golondrinas de Bécquer, esas no volverán.

Sólo nos queda preparar el homenaje que le debemos a nuestro gran trashumante que, eso sí, tendrá como bandera a la dehesa, a la raza merina y sus corderos, a los quesos de oveja, y a las cañadas, cordeles y veredas, para conservar al menos lo que aun nos queda de ellas.

Estén atentos porque va a ser una ocasión de volver a reencontrarnos con el hombre que recorrió España con sus merinas y su “motorola”, y emocionó a niños y mayores con una travesía difícil de olvidar para todos los que la vieron o la siguieron por cualquier parte.

Cesáreo contando ovejas.
Cesáreo contando ovejas.
http://blogs.hoy.es/delhuertoalagranja/2013/03/30/cesareo-rey-la-leyenda-viva-de-la-trashumancia/

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