domingo, 6 de mayo de 2012


Balas blancas para la "Oveja negra "








  

CHANI SEBASTIÁN

Fue y es el ovino parte imprescindible de la cultura y supervivencia agroganadera de la península ibérica. ¿Lo seguirá siendo? Dura faena. Alfonso X legitimaba en 1273 el Honrado Concejo de la Mesta otorgando la protección bajo privilegios reales a Trashumancia y Trasterminancia para garantizar los pastos al ganado en valles y montañas, las cuatro estaciones. Fueron 563 años de esplendor hasta disolverse por ley en 1836. Lo que costó cinco siglos cimentar se desmoronó poniendo en peligro los 86.078 kilómetros de vías pecuarias españolas, cuyo 2% ( 28.479), son castellano-leonesas. Cañadas, veredas y cordeles fueron sepultadas bajo caminos, cortinas, cementerios e iglesias. Ejemplo claro: el «Paso de Ungilde» de Aliste a Sanabria.
En España tenemos 33 razas ovinas autóctonas, muchas en peligro de extinción. La «Castellana Negra» hija y alma de Aliste fue, es y será el más claro ejemplo de supervivencia, una especie de pradera, amoldada a sí misma por las circunstancias de tierras áridas, veranos largos y secos, inviernos eternos y fríos, a vivir entre urces y peñascales: dura y ligera, pero fértil.
El futuro en la zona oeste, Aliste, Tábara, Alba, Sanabria, La Carballeda, Pan y Sayago, es incierto. Muestra de ello es que de un total 166 ganaderías sólo el 4% se gestionan mediante un régimen societario o empresarial. En más del 60% de los casos un sólo pastor cuida rebaños de más de 500 cabezas, los hay con más de 1.000. Exclavismo puro. Para colmo entre estos sólo el 11% es cotitular o titular una mujer: el 89% está en manos de hombres, muchos solos y solteros. Ello lleva a que el cambio generacional no exista: el 56% de dichas ganaderías están condenadas a desaparecer. La edad media del ganadero supera los 51 años y de hecho, según expertos, muchas sobreviven gracias a que la ayuda de algún familiar o vecino.
Con estas mimbres no habrá pastor ni Dios capaz de hacer un cesto que cultive la esperanza. Las previsiones apuntan a que desaparecerá más del 50% de la cabaña reconvirtiendo los pastos en selvas, habrá más incendios, envejecerá el campo y en su caída arrastrará a la desaparición a muchos pueblos. Las matemáticas no engañan.

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